Va plateando mis cabellos
la ceniza de los años,
en mis ojos no hay destellos
pues la noche se hizo en ellos
al dolor de un desengaño.
En mi drama sin testigos,
sin amor, sin esperanzas,
sin amparo, sin amigos,
destrozado en mis andanzas
vuelvo al barrio que dejé.
A Dios le ruego que no me haga llegar tarde,
que la fe de mi viejita es posible que me aguarde
y ante la puerta del hogar abandonado
pondré una cruz sobre las ruinas del pasado,
iluso y torpe yo hice trizas las quimeras
de mi humilde noviecita por aquella aventurera,
iba tan ciego y orgulloso como terco
que por una flor de cerco
por el mundo me arrastré.
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Dando tumbos por mi huella
sin rencor, aunque maltrecho,
no me guiaba más estrella
que una sombra, la de aquella,
que me hirió dentro del pecho.
Hoy que pienso en mi viejita,
resignada, noble y buena,
angustiada mi alma grita
cada cana es una pena
que le ha dado el hijo cruel. |