¡Pobre manojito de flores que un día
silenciosamente cambiamos los dos!
Sólo me han quedado las dos margaritas,
las dos margaritas del último adiós.
Con pesar deshojo sus pétalos blancos,
blancos como el alma de quien me las dio:
una me responde que sí, que me quiere;
la otra me confiesa que ya me olvidó.
Blancas margaritas
que hoy deshojo aquí,
digan que me quiere
que de nuevo un día
volverá por mí.
Blancas margaritas
que hoy recojo aquí,
díganme si, triste,
hoy también deshoja
las que yo le di.
Viendo deshojadas las dos margaritas
pienso que he destruido mi propia ilusión
y otra vez recojo los pétalos rotos
para acariciarlos en mi corazón.
Con voz misteriosa que sólo yo entiendo
mi corazón noble latiendo me habló:
me contó que un alma, llorando de ausencia,
sus dos margaritas también deshojó. |
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